miércoles, 20 de diciembre de 2006

ENTREVISTA A CLAUDIO MAGRIS


“Italia ha perdido la decencia”



El escritor italiano Claudio Magris (Trieste, 1939) es considerado uno de los más brillantes analistas culturales de Europa y ha recibido, entre otros muchos premios, el Príncipe de Asturias en el 2004.
Quien ha hecho del ensayo una obra de arte es, además, un germanista declarado que siempre ha tendido puentes entre la cultura alemana e italiana. Traductor de Ibsen, Kleist y Schnitzler, Magris es profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Trieste y una de las figuras mayores de la literatura italiana contemporánea. Prueba de ello es su cátedra de Literatura germánica en la Universidad de Turín (1970-1978), así como su emblemática novela El Danubio (1986). Entre sus obras más destacadas cabe citar, Il mito asburgico nella letteratura austriaca moderna (1963), Wilhelm Heinse (1968), Dietro le parole (1978), Itaca y más allá (1982), El anillo de Clarisse (1984), Conjeturas sobre un sable (1986), Otro mar (1991), Utopía y desencanto (1996), Microcosmos (1997), ganadora del Premio Strega y La exposición (2002), que escenifica el destino del pintor triestino Timmel, que murió en un manicomio.
Recientemente, dio a conocer A ciegas, el relato de un recluso y de un fugitivo: Jorge Jorgensen, el rey de Islandia condenado a trabajos forzados en el infierno de la isla Giu Alla Baia. El relato entrelaza historias y fantasmas, mito y recuerdo. Es un viaje en el tiempo que conmueve y desalienta, excava en los pliegues más inquietos y dolorosos del alma para encontrar un sentido o, al menos, una extrema vía de fuga.

MARISTAIN: Nunca había entrevistado a un premio Príncipe de Asturias y un quizá futuro Premio Nóbel. ¿Qué piensa de los premios literarios?
MAGRIS: Pienso que competir es un poco ridículo; eso de decir: - “me dieron el premio a mí y no a ti”, no me gusta mucho. Es algo que, cuando sucede, se recibe con muchísima gratitud y con un poco de melancolía. Naturalmente, no me pasa por la cabeza el pensar que si gano un premio soy mejor que el que no lo ganó y que, si lo gana otro, él es mejor que yo. Un premio conmueve la atención de este mundo tan enorme que si alguien se acuerda de nosotros es algo muy hermoso.
MARISTAIN: ¿Y por qué la melancolía?
MAGRIS: Un poco de melancolía, porque quien gana un premio está obligado a hacer un pequeño balance y los balances siempre dan un déficit. Le cuento una cosa, lo que dije cuando recibí el Premio Príncipe de Asturias: En verdad nosotros solos no tenemos nunca el mérito de lo que hacemos. Porque también tienen méritos los que viven con nosotros, que nos dan ideas, que nos corrigen, que nos mejoran... ¡Cada premio debería ser repartido con tantas personas! Hay una bellísima anécdota de Humberto Sabe, un gran poeta. Una de las primeras poesías militares que había escrito fue publicada y hablaba de otro soldado. Se la habían pagado cincuenta liras, que en la época... Y el amigo le dice: debes darme 25 liras porque tu poesía habla de mí.
MARISTAIN: ¿Fue con Paolo y con Francesco (sus hijos) a recibir el Premio Príncipe de Asturias?
MAGRIS: No, no podían, a pesar de que viajamos juntos muy seguido, pero por otras cosas. Además me parecía un poco fuera de lugar, eso de aparecer con la familia. Puede ser vergüenza de padre.
MARISTAIN: Aunque el padre sea Claudio Magris.
MAGRIS: Sí, no sé, puede ser un complejo para ellos. Mis hijos están contentos, obviamente. Pero mejor considerarlo un acontecimiento de vida privada.
MARISTAIN: En todas las entrevistas que le hacen le preguntan sobre Alemania o por la frontera italiana. En cambio, lo que a nosotros nos llega de Italia es Roma, Berlusconi, el calcio, la Mussolini sentada en la calle en señal de protesta ¿Qué tan cerca está usted de esa Italia mediática?
MAGRIS: Es mi país, es mi mundo, no es que yo esté cerca, soy naturalmente parte de ese mundo y no puedo quedar afuera. Por eso hay muchas partes de mi mundo que me provocan, que no me gustan, que detesto, que ataco... Incluso hasta cierto punto estos eventos son míos y cuando uno de estos hace mal uno se enoja mucho más y se sufre mucho más por las cosas propias.
MARISTAIN: ¿Cómo ve a la Italia contemporánea?
MAGRIS: Italia en los últimos años tuvo una gran regresión e incluso una pérdida de decencia. Esto me hace sufrir mucho, pero no me quedo afuera porque son hechos míos. Además está el patriotismo, porque así se sabe exactamente cómo se debe vivir cierto destino, si se enseña mal en la escuela, yo que enseño en la escuela, puedo decirte que uno está comprometido en el bien y en el mal e inclusive, obviamente, en la responsabilidad.
MARISTAIN: Las cosas en Italia están tan mal, o al revés, que hoy hasta Celentano es revolucionario, ¿no? Con el programa Rockpolitics parece que lo va a sacar a Berlusconi...
MAGRIS: No lo he visto.
MARISTAIN: Yo lo he visto por Internet, el día en que fue Roberto Benigni...
MAGRIS: Creo que hay que prestar mucha atención a este programa, porque a veces el error que comete la oposición es el de hacer provocaciones inútiles al gobierno que tan sólo sirven para irritar al que está perplejo. No hay que cometer el error que comete a menudo la izquierda, de hacer algo “entre nous”, todos contentos y nos vamos a casa felices. No basta, porque hace falta convencer, con paciencia, responsabilidad y humildad, a esa persona perpleja para que cambie sus ideas. Y no provocar inútilmente.
MARISTAIN: ¿Los medios de comunicación pueden cambiar la historia política italiana?
MAGRIS: No. Es demasiado cómodo creer que uno vence tan sólo desde la televisión o de la radio. Cuando hablo de sentido de responsabilidad, hablo de hacer lo que uno debe pero dentro de ciertos límites. En mis intervenciones siempre trato de llegar a esto.
MARISTAIN: En toda su literatura habla de la frontera, habla del exilio, no sé si está bien empleado el término, tal vez de lo marginal. Y a veces me da la impresión de que en el contexto de nuestras culturas Italia es marginal.
MAGRIS: A mí siempre me interesó lo marginal, lo periférico, pero entendámonos bien, porque creo que hoy, en el momento histórico que vivimos, estamos todos mal. Sería verdaderamente ridículo creer que estamos en el centro. Quien vive en Roma está al margen de la historia, como quien vive en Trieste o en Cerdeña. Entonces, me intereso en lo marginal, en lo periférico, en lo distinto y no porque “small is beautiful”. Small is not beautiful, not at all. Para que el pequeño sea respetado, necesita acordarse y hacer acordar a los otros que entre los pequeños es grande. A mí me da la impresión, que aunque superficialmente, Italia sigue siendo un centro de atención.
MARISTAIN: Sin embargo, creo que en otros momentos la cultura italiana fue mucho más influyente.
MAGRIS: Cierto, cierto, es obvio que la Italia de este momento no es la de otras épocas, la Francia de ahora no es la de antes y España tuvo un renacimiento en los últimos veinte o treinta años, pero ciertamente no es la potencia cultural del Siglo de Oro. Sin embargo no creo que debamos estar tristes por eso, a mí no me gusta creer que todo deba ser siempre igual. Por ejemplo, yo en los últimos diez años no saqué ningún gran libro, ¿y entonces? ¡Somos tantos para ser leídos! Es como los días de la vida, tenemos algunos días en los que estamos iluminados, plenos de energía, tenemos felicidad hasta amorosa, y hay días en que no. La vida nos hace devenir, no repetir. A mí me gustan mucho también los momentos, no los voy a llamar bajos, sino momentos normales. No estar siempre en la cima.
MARISTAIN: Pero hablando más de usted como escritor, se dice que usted hace del ensayo una obra de arte, y uno, que lee sus libros, sabe su literatura no es fácil. Sin embargo tiene muchísimos lectores que lo siguen, que lo esperan.
MAGRIS: El escritor no es un maestro de escuela que explica todo, sino quien toma al lector de la mano y lo lleva a dar un paseo admirando los tesoros de su sensibilidad. Uno se cuenta historias que a veces se entienden y a veces no. Y no es nunca sólo culpa del escritor o del lector. Es el encuentro, y este es un riesgo de base. Y esto es algo interesantísimo que existe de algún modo en la recepción que se dé en cada país.
MARISTAIN: ¿En qué países cree ser mejor comprendido?
MAGRIS: Por ejemplo en Francia, en España o en los países de lengua española, gozo de una increíble atención y, sobre todo, comprensión, que es mucha más de la que recibo en Alemania. Nunca me sucedió algún equívoco en ningún país de lengua española. Es como si nos pudiéramos comprender rápidamente. No hablo de consensos demasiado fuertes ni de cuestiones de crítica. La crítica siempre existe. No hablo de esos equívocos como que me tomen por un jugador de tenis. ¡Un premio Nóbel de tenis, aunque toque el violín! En las librerías de Estados Unidos, Microcosmos lo encuentras entre los libros de viaje. Lo que es un desastre, porque si buscas un libro de viajes y compras Microcosmos vas a pedir enseguida que te devuelvan el dinero. ¿Y por qué ningún librero español, mexicano o argentino pone Microcosmos entre los libros de viaje? ¿Los libreros americanos son distintos? Es una cosa interesantísima.
MARISTAIN: ¿Los libros lo hicieron la persona que es? Digo esto porque sus lectores dicen que sus libros los han formado moralmente. Dicen que son las personas que son gracias a leer sus libros. ¿A usted, escribir lo hizo la persona que es? ¿Le dio su contexto moral, sus valores?
MAGRIS: No. Lo recibí de otros. De libros grandes o pequeños, pero se recibe siempre de los otros. De los padres, de los amigos, de las amigas, de los encuentros casuales. Esta pregunta es interesantísima, pero realmente me tendría que acordar de tanta gente de la que he aprendido. Ellos me han dado cosas que hice mías y, naturalmente, esto me ha enriquecido, sea con la forma, sea con el estilo. La escritura tiene un alto potencial narcisista y egoísta y el peligro es ver sólo la parte narcisista y perder el resto. Pero todos recibimos de alguien.
MARISTAIN: Hasta la felicidad
MAGRIS: Mira, cuando somos felices, eso es algo que recibimos de los otros. Es una experiencia bellísima y es algo que nos da mucho. Por ejemplo, para mí fue muy importante la escuela, donde recibí mucho de los compañeros y de los maestros, donde nos divertimos tanto, donde nos reímos tanto. Y yo me reía mucho de mis profesores, pero con eso aprendí una cosa fundamental: a reír de las cosas que amo y a amar las cosas que me hacen reír. La escuela fue para mí algo fundamental con esa mezcla de alegría y melancolía, así como con ese sentido de fraternidad.
MARISTAIN: ¿Recuerda a algún maestro en particular?
MAGRIS: Recuerdo a un profesor de alemán, un personaje extraño, un poco ambiguo, pero que era realmente un genio que nos hacía entender qué era la poesía. Una vez, yo tenía 14 años, me pidió que hable sobre Fausto y la Revolución Francesa, cosa que estudié a los 20 años, en Turín, y con grandes maestros. Y bueno, yo le digo: “Yo pienso...”, y él me interrumpe y me dice: ¿Qué vas a pensar? ¡Miserable! ¡No pienses nunca! ¡Aprende de memoria! ¡Repite! Y ahí nos dimos cuenta todos, que esa era la verdadera educación para pensar. Que no era represiva. Que la verdadera educación al pensar, es la capacidad de tratar los temas. Que no cuenta lo que pienso de México, lo que cuenta es mi capacidad de entender algo sobre México. Y yo sé pensar a partir del momento en que tengo la oportunidad de entender.
MARISTAIN: ¿Qué significa para usted Danubio? ¿No es un peso?
MAGRIS: Danubio no es un peso, sólo a veces en Austria. Pero no Danubio, sino mi primer libro, Il mito asburgico nella letteratura austriaca moderna, que publiqué cuando tenía 24 años. Porque ahí quedo encadenado a este libro y en Austria creen que si hiciese, por ejemplo, una muestra de pintura, de desnudos femeninos, sería siempre “El mito......” Danubio nunca fue un peso, es más un cuento, es como navegar, como viajar, es como el mar que va y viene. Pero no me siento encadenado, ya tuve la alegría que me dio. No me gustó que con otro libro, “Otro mar”, tuvo mucho éxito en Francia, España, y en Alemania menos. Eso no me gustó porque para mí fue un libro muy importante. Pero son riesgos de la vida, cuando estás enamorado a veces te dejan. Una vez, un gran amigo, el Cardenal Silvestrini, que trató varias veces de convertirme sin lograrlo, me dijo: “Debes aceptar los riesgos de una de cal y otra de arena”.
MARISTAIN: ¿Y A ciegas?
MAGRIS: Es un monólogo gigantesco que comencé a escribir en 1988, en el cual un hombre se habla a sí mismo, al médico que lo está curando, y a través de su voz habla de las otras voces que ha escuchado, como la de su mujer amada. A veces se habla creyendo ser otro, se mezcla, como si el terrible destino que tuvo fuera demasiado. Cuando el mundo pesa demasiado sobre los hombros del Atlante, hasta el Atlante hace lo mismo. Esta historia es un viaje a todo lo interno del siglo, con grandísimos problemas de estructura sintáctica al tener que integrar muchas historias en una, la de un hombre que habla mucho del mar, de tantas aventuras, de tantas historias. De hecho mi problema era poner todo esto junto y por eso el libro me llevó tantos años. Lo comencé en el ’88, la primera idea surgió en el ’88. Quedó un libro de 300 páginas, que en realidad escribí en el año que pasé en París, en el Collège de France, 2002-2003, y le tuve que cortar 260 páginas.

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