lunes, 25 de junio de 2007

Madrugada

Querida Maristain:
Son las tres y cuarto de la madrugada, mi hija de dos años ha tosido mucho, luego ha vomitado encima mío, yo he tenido que medio desnudarme (qué triste mi pobre cuerpo al lado del de mi hija) y vestirme otra vez, luego nos hemos puesto a ver el final de La dolce vita y ahora mi hija duerme y yo te escribo. La semana pasada estuve en Italia y una noche, mientras cenábamos en una calle de la parte vieja, me pareció que estaba dentro de una película de Fellini, que es algo que tarde o temprano sucede en Italia. Unos emigrantes tocaban el acordeón y otro instrumento improbable, puede que un timbal portátil, y la gente en las terrazas hablaba y se miraba con ese enorme amor a la vida, esa obstinación o feroz inocencia con que suelen mirar sólo los italianos (de origen o adopción). Al final se puso a llover, a cántaros, y aquello parecía el diluvio universal. Angelo Morino, que es escritor y que fue amigo de Puig, y que ha traducido algunos de mis libros, contó la historia de un amante suyo, allá por los setenta, que se fue a vivir con él y que se maravillaba de que en Turín había panaderías gay y hasta supermercados gay, lo que hablaba muy bien de la tolerancia turinesa. En realidad, este joven campesino feliz, había confundido el apellido Gai o Gay (usual en el Piamonte, también en Cataluña, por otra parte) con los paraísos de San Francisco (California y también, quiero suponer, el santo de Asís). No he vuelto a leer la entrevista. En Chile quieren publicarla, tienes que decirme cuándo sale en Playboy para que los chilenos no jodan la exclusiva. Por acá todo va bien. Sigo el tercero en la cola de espera. Y leo novelas policiales alemanas en donde a la tercera página descubro al asesino y a la décima me doy cuenta de que el detective es un idiota. Recibe el fuerte abrazo de rigor y, sobre todo, cuídate mucho, es decir no bebas, no fumes, dedica tu ocio a Bach y Vivaldi, a Leopardi y Döblin.
Bolaño.

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