jueves, 18 de octubre de 2007

ENTREVISTA A ALBERTO BARRERA




Narrador, poeta, guionista y columnista del periódico El Nacional, Alberto Barrera Tyszka (Caracas, 1960) es el primer venezolano que gana el prestigioso Premio Herralde de Literatura. Lo hizo con su densa novela corta La enfermedad, un texto abigarrado y conmovedor por donde transitan los enfermos terminales, los hipocondríacos, los médicos sin respuestas y las recepcionistas aficionadas a las telenovelas. Precisamente, Barrera paga la renta y la colegiatura de sus hijas con la escritura de culebrones televisivos, desde hace 15 años. Su verdadera pasión es la poesía y como ya quedara claro en el cuento que publicáramos en Playboy México hace algunas ediciones, odia a los perros. En esta entrevista llevada a cabo en el Distrito Federal, Barrera habla de todo, incluido de lo que habla todo latinoamericano que se precie en estos días: de la coyuntura política y social de Venezuela, con Hugo Chávez a la cabeza.

MARISTAIN: ¿Cuándo se es un enfermo terminal y cuando no?
BARRERA: No sé si lo tengo tan claro o si se puede distinguir, porque una de las cosas que plantea la novela, incluso aquel que no parece tan terminal finalmente tiene unos síntomas y los padece, no necesita la aprobación clínica para saber cuán enfermo está. Lo que más me interesa es el sufrimiento y el sufrimiento es casi igual en ambos casos, más allá de la distinción científica que pueda hacerse.
MARISTAIN: Lo que es cierto es que como lector uno no quiere leer sobre la enfermedad.
BARRERA: Cuando lo mandé para el concurso (El Premio Herralde de Novela) tenía otro título: me parecía tan desazonador un libro que se llamara La enfermedad, ¿no? Incluso pensé me iban a hacer cambiar el título. Sin embargo, el título me gusta mucho, pues me atrae la literatura que busca al lector desde los territorios del dolor y la fragilidad.
MARISTAIN: Estamos viviendo una época en la no queremos hablar de la enfermedad. Queremos transitar de aquí a la inmortalidad, sin pasar por la etapa del sufrimiento, del deterioro.
BARRERA: Somos seres que se corrompen y parece que esa es nuestra naturaleza. La enfermedad nos recuerda nuestra imperfección. Estamos viviendo una tiranía de la salud. Estamos obligados a ser y exitosos, ricos, inteligentes, bellos y saludables. Hay también un proceso de satanización de la enfermedad que nos lleva a tener culpa por estar enfermos. No creo en eso...
MARISTAIN: Claro, uno puede tener un cáncer sin necesidad de fumar, como le pasa al protagonista de su novela.
BARRERA: Exactamente. Lo que pasa es que esta carrera detrás de la salud se ha vuelto demencial. Una amiga me contaba de se están poniendo de moda unas inyecciones que regeneran células, otra amiga regaló una caja de ampolletas que contienen células de pato, hay que tomarlas de noche y parece ser que al otro día te levantas un hombre más joven.
MARISTAIN: Las cirugías estéticas son muy cruentas y sin embargo la gente no las evita.
BARRERA: Eso es asombroso, hay bisturí, hay una cantidad de cosas que intervienen para hacerte más bello, pero también está en juego la vida o la posibilidad de quedar disminuido y sin embargo la gente se sigue operando.
MARISTAIN: Extrañamente los enfermos, a veces, acceden a cierta sabiduría que resulta interesante y que también usted la trata en el libro.
BARRERA: Sí, es un asunto muy largo porque también hay muchas formas de tiranía dentro de la enfermedad, nadie se enferma solo y es cuando comienzan a producirse unas relaciones rarísimas. Es verdad también que hablan ya desde el final y eso puede ser muy sabio, porque es hablar desde la pérdida.
MARISTAIN: En ese caso la muerte es una bendición, ¿no?
BARRERA: Como en muchos casos. Occidente sustituye su obsesión por la muerte con la obsesión por la enfermedad y, entonces, todo lo que queremos ahora es morir rapidísimo y sin darnos cuenta. En cambio, que nos sometan a la muerte clínica, digamos, a la muerte hospitalaria, es una cosa que nos produce un terror espantoso. Es como si dijeran ‘los últimos cinco años de tu vida van a ser con una jeringa’, o en un laboratorio. Piensas, ‘wow, qué clase de vida es ésa”.
MARISTAIN: ¿Esta relación entrañable entre el padre y el hijo que da sustancia a su novela, se repite en su vida real?
BARRERA: Sí, disfruto con mi padre y tengo una relación muy buena con él. Estoy llegando a una edad en la que temo perderlo y de alguna manera la literatura sirve para preparar los afectos, para educarlos. La pérdida de los padres es una experiencia impresionante. Tengo una amiga que me dijo que hace como cuatro años perdió a su madre y no ha pasado un día sin que por una u otra razón, se acuerde de ella. Tenemos muchas dificultades para enfrentarnos a la ausencia de nuestros seres queridos.
MARISTAIN: ¿Cómo fue su relación con la literatura?
BARRERA: Empecé a escribir de muchacho, como a los 12 o 13 años, imitando a Horacio Quiroga, que era un escritor que me fascinaba. Y escribí como 17 cuentos, todas versiones distintas de “La gallina degollada”. También escribía poemas, impresionado por Pablo Neruda y su derroche verbal. Me gustaba mucho leer, mis padres me dieron bastantes libros y la televisión llegó muy tarde a mi infancia. Luego estudié Letras en la Universidad Central de Venezuela. Con esa carrera pasa algo interesante en mi país: Si quieres estudiar Ingeniería y te exigen 16 de promedio sobre 20. Si quieres estudiar Letras, con que tengas 10 está bien. Así que estudié con mucha gente que no quería estudiar Letras, o con gente como yo, que quería ser escritor, pero no profesor ni académico.
MARISTAIN: ¿Cómo fue el primer libro?
BARRERA: Fue un poemario, Amor que por demás. en combinación con otro amigo. Yo pertenecía a un grupo literario que se llamaba Aire y otro Tráfico, que en los años 80 queríamos recuperar la poesía conversacional, como la de Ernesto Cardenal, una poesía que incorporaba todo lo cotidiano, para oponernos un poco a la tradición francesa que dominaba la poesía venezolana. Hice ese primer libro, ya sabes del cual uno regularmente se avergüenza.
MARISTAIN: ¿Se avergüenza?
BARRERA: No, de ese no, de otros sí, pero de ése no (risas).

MARISTAIN: Me gustó lo de ‘derroche de palabras’ en relación a Neruda. No es, precisamente, lo que sucede en La enfermedad. Hay mucha precisión narrativa, mucha economía también.
BARRERA: Eso fue lo que más me costó y lo que más busqué. Me daba mucho miedo tocar un tema que es tan fuerte y ser hasta irrespetuoso sin quererlo. Decía, ‘hay que buscar un tono que además, no sea irrespetuoso con el texto mismo’, porque se presta mucho para ser excesivo, desbordado o truculento, ¿cierto? ahí fue que tuve que trabajar mucho para conseguir el tono contenido que lograra conmover al lector. Ahí es donde me pasé más tiempo y es quizá lo que más me tiene contento del libro.
MARISTAIN: ¿El tema fue antes que el libro?
BARRERA: Sí.
MARISTAIN: ¿Por qué?
BARRERA: el tema de la enfermedad me interesa mucho desde que, a los 18 años, estuve trabajando como enfermero en un hospital oncológico durante mes y medio...
MARISTAIN: ¿Por qué fue a dar a ese lugar?
BARRERA: Quise ser jesuita. Una de esas cosas inexplicables que uno intenta en la vida, sobre todo a los 18 años. Según la pedagogía de San Ignacio de Loyola, estar un tiempo en una fábrica o en un hospital oncológico te endurece y te ayuda. Debes enfrentarte a ese tipo de cosas, pues el hombre de Dios tiene que enfrentar el dolor y tener una respuesta frente a eso. Yo fracasé, a las dos semanas no tenía ninguna respuesta, aquello me parecía un horror, la desnudez de la miseria humana, sin lógica, sin criterio, algo que atacaba a niñas, ancianos...Había un muchacho de 17 años que nunca había fumado y tenía cáncer en la laringe. Uno no podía hablar con ningún enfermo y asumirse como alguien que, supuestamente, estaba más cerca de Dios que el resto. Desde la medicina y la clínica me pasaba lo mismo. A veces bajaban los pacientes y yo sabía que cuando bajaban a pabellón o a quirófano y los subían inmediatamente, no había nada qué hacer, porque habían abierto y decían, ‘no, el próximo’. Era demasiado brutal. Desde ahí me puse muy sensible al tema. Después he vivido experiencias con familiares muy cercanos. Mi esposa fue enferma renal, entonces conviví con todo el asunto de la diálisis. Así empecé a leer más sobre el tema, me parecía que ahí había una cosa que nos tocaba a todos de manera tan democrática, tan sensible, tan definitiva que se me instaló el tema. La novela empieza, fíjate qué cosa tan interesante, por el hipocondríaco... tenía la idea de hacer algo con esta gente que sufre ataques de pánico, que es una idea como de estos tiempos, ¿no?
MARISTAIN: Bueno, si hay algo que plantea la novela es que la hipocondría puede ser una enfermedad tan grave como un cáncer terminal...y al principio molesta que se crucen historias tan distintas...
BARRERA: Sí, es la manera en cómo se pueden cruzar estas cosas; el hipocondríaco parece un impertinente frente a la tragedia del enfermo terminal, pero de repente te das cuenta de que también está sufriendo horrores...
MARISTAIN: La relación médico-paciente es anunciada aquí como un elemento de cura...
BARRERA: Sí. He podido conversar con varios médicos de esto y los he descubierto tan frágiles, tan erráticos, como cualquiera de nosotros en cualquier trabajo. Tienen un gran complejo de culpa y mucha inseguridad a la hora de tomar las decisiones que influyen en la vida de los otros. Desde afuera, la labor médica se puede ver como algo sagrado, pero desde adentro es como vivir en el infierno. Por eso hay tantos médicos alcohólicos. Frente al misterio de la enfermedad no saben tampoco qué hacer. Se espera tanto de los médicos que también hay una fatalidad para ellos. Estás en una carrera profesional donde sólo vas a poder perder y eso me parece conmovedor.
MARISTAIN: ¿Se espera algo de los escritores?
BARRERA: Que hagan su trabajo lo mejor posible. Lo que pasa es que la literatura nunca va a hacer tanto daño, no creo. Ahí está Mark Chapman que leyó El Guardián del Centeno, de Salinger, y salió a matar a Lennon, pero todos le dimos más peso a su locura que al hecho de que leyera ese libro. No tiene tanto poder la literatura, digamos, nosotros sentimos que hay libros que nos cambian la vida, pero bueno, ninguna biblioteca será comparable con un quirófano.
TERRA:¿Los médicos leyeron su novela?
BARRERA: Sí, por lo menos en Venezuela he tenido una experiencia interesantísima. La Sociedad de Gastroenterólogos me invitó a dar una charla. Creo que hay como una recuperación que les interesa.
MARISTAIN: Hay alguna enfermedad a la que le tema en particular?
BARRERA: Uy, sí. Hay varias pero digamos que me preocupa la diabetes, porque conlleva una cantidad de síntomas fatales, como la ceguera. Igual que el Alzheimer, aunque me parece que tiene algo de locura que todos medio deseamos, que es eso de estar medio desconectado. Además, yo no sé por qué tengo la sensación de que son enfermedades en las que jamás había pensado, como que en el fondo las acaban de inventar (risas), pero eso tiene que ver con la conciencia de la edad, ¿no?
MARISTAIN: Claro, también es cierto que los hábitos hacen a las enfermedades.
BARRERA: Sí, ahora todas las enfermedades son fatales. El caso de Roberto Bolaño (escritor chileno fallecido a los 50 años en 2003), creo que poseía una lucidez y una mordacidad producidas por su cercanía con la muerte y con la experiencia clínica.
MARISTAIN: ¿El discurso del condenado a muerte? No lo había pensado...
BARRERA: Leí Entre paréntesis, su libro póstumo, y veía cosas en las que pensaba, ‘uy, aquí hay algo’. Un discurso muy radical, como si no le importaran las consecuencias porque finalmente iba a morir.
MARISTAIN: ¿Cómo se enteró que había ganado el Premio Herralde?
BARRERA: Fue una cosa como cardíaca, en verdad. No tenía muchas esperanzas porque, en principio, los latinoamericanos tendemos a desconfiar de los premios que se dan en España. Además, sentía que era más lógico que de premiaran a gente que ya estaba en el sello Anagrama. Me parecía que mi novela era corta, era rara, su título era demasiado fuerte. Claro que tenía la ilusión de que la publicaran, pero no de ganar el premio mayor. Después comenzaron los correos diciendo que ya había pasado a tal etapa u otros en los que decía está entre los 18 y así. Cuando me dijeron, ‘esté el lunes en la distribuidora de Caracas’, fue cuando pensé, ‘oye, no serán tan crueles como para no darme nada’ (risas). Ahí ya me enteré. Para los latinoamericanos en general, el catálogo de Anagrama es como una especie de Biblia, ahí está Bolaño, los autores de referencia de la literatura en español y los traducidos también.
MARISTAIN: ¿Vive de la literatura?
BARRERA: No, todavía no conozco a nadie que viva de ella. Soy guionista de televisión, escribo telenovelas. Antes trabajé en publicidad, pero hace como 15 años aterricé en la explotación de la cursilería.
MARISTAIN: Pertenece al fascinante mundo de la televisión...
BARRERA: No, mi perfil dentro de la farándula es muy bajo. Tal vez en otros círculos vean a mi actividad como algo muy pagano, no sé, habrá lugares en donde un escritor de tele-culebrones sea alguien poco serio y poco profundo. Este hombre se gana la vida poniendo a María Celeste a decir, ‘Luis Fernando, te amo’ (risas), dirán de mí.
MARISTAIN: Pero está bueno escribir y ganar dinero...
BARRERA: Claro, de verdad me da una gran satisfacción vivir de lo que escribo. Me encantaría que fuera literatura, pero no se puede. Vivir de lo que escribo es lo que quería. Eso para mí es muy grato.
MARISTAIN: ¿Qué cosas cambiaron con el Herralde en su vida cotidiana?
BARRERA: Muy pocas, casi nada. En Venezuela se está dando un movimiento como de nuevo rigor, se está publicando mucho, se está leyendo mucho y la obtención del premio Herralde hizo que muchos escritores dijeran: “Ah, ya pegamos una, la literatura nacional no está tan mal”. No se había ganado un premio importante en el exterior desde Adriano González León en el 68, imagínate. Si era como para decir, ‘Oye, sí, estamos en buen momento’. Eso me pareció muy grato. Claro, ahora me invitan más a presentaciones de libro, mesas redondas y demás, cosas que uno quisiera ahorrarse, la verdad, pero tampoco ha pasado a mayores.
MARISTAIN: ¿Qué le preguntaban los periodistas cuando se acercaban?
BARRERA: De todo, qué escribe, cómo empezó, cómo se siente con el Herralde. Las cosas comunes, las que pasan rápidamente.
MARISTAIN: En usted, ¿qué cambió?
BARRERA: El premio me hizo sentir una especie de plenitud. Como de haber conseguido una de esas cosas que anhelas mucho en la vida, porque no es poco estar publicado en Anagrama. Cuando logras algo, por supuesto que piensas, ‘qué bueno que me pasaron estas cosas en la vida’ y eso todavía me sorprende y me gratifica.
MARISTAIN: ¿Cuándo conoció a Jorge Herralde?
BARRERA: Lo conocí el año pasado, minutos antes de dar la conferencia de prensa en la Casa de América. Ahí lo conocí, porque no pude ir antes cuando dieron el premio.
MARISTAIN: Y, como decía Roberto Bolaño, ‘desafortunadamente para mí, Jorge Herralde es un hombre encantador’ (risas)...
BARRERA: Sí, claro, así es (risas).
MARISTAIN: ¿Hay proyectos de seguir publicando en la editorial?
BARRERA: Digamos que sí, no se ha hablado pero por contrato y esas cosas ya debería entregar el próximo libro y realmente quiero hacerlo. Ahí siempre está la duda porque yo tengo un libro de cuentos y los editores nunca quieren publicarlos...
MARISTAIN: A Herralde no le gustan los libros de cuentos, ya se lo voy avisando (risas)...
BARRERA: Sí, ya lo sé, a ver qué pasa (risas)...
MARISTAIN: ¿Cómo es vivir en estos momentos en Venezuela?
BARRERA: Uy, esa es una pregunta dificilísima...
MARISTAIN: Se la hacen todo el tiempo, me imagino...
BARRERA: Sí, pero además, es tan difícil tratar de explicar lo que ocurre acá, porque los chinos tienen esta maldición que dice, ‘ojalá que te toque vivir tiempos interesantes’, y lo que hay en Venezuela es justamente eso. Para mí es importante estar aquí, es mi país, tengo todos mis afectos. A veces es muy difícil, como muy intoxicante, porque todo está al servicio de la política, porque lo que me parece espantoso y terrible de este proceso, es que todos los venezolanos sintamos que nacimos para defender o para atacar una revolución y todo en la vida se reduce a esa esfera. Eso pasa mucho en los procesos que además producen mucha asfixia y mucha ceguera. Muchas veces está todo tan politizado que nos cuesta mucho ponderar las cosas. Por otro lado está ocurriendo un fenómeno en el que vemos un discurso tan radical de la izquierda. Somos millonarios, pero con un discurso bolivariano, ¿me entiendes? Uno piensa, bueno, ‘esto es el socialismo del siglo XXI o el Festival de la Propiedad Privada’, es decir, en este año el aumento en el consumo en autos importados como Hummer, Audi, BMW y Mercedes, es del 176 por ciento. Estamos hablando de un país en el que yo lleno el tanque de gasolina de mi carro con un dólar y medio, es decir, una botella de agua cuesta más. Y es difícil pensar que estos son los que están en contra del imperio, sigue siendo Estados Unidos nuestro mayor socio comercial, que es el que nos da todo.
MARISTAIN: Esa es la gran contradicción de Hugo Chávez, que no se analiza porque todos se quedan en el folclore de Chávez, pero pocos analizan esto de dar por la izquierda lo que por la derecha recibes, ¿no?
BARRERA: Claro. Y él lo ha querido así; es muy hábil y ha sabido crearse un enemigo, porque el que no hace eso no es un buen revolucionario. El anda por el mundo diciéndole a Bush, eres el pendejo, el desconsiderado, para ver si el otro le contesta; él quiere heredar el rol de Fidel Castro como el gran líder del anti-imperialismo...
MARISTAIN: Pero en los hechos comerciales, es el gran aliado de Bush.
BARRERA: Exacto. Ellos en vez de ser enemigos son como un matrimonio mal avenido, que está obligado a estar junto y se dicen de cosas todo el día, pero, por otro lado, el uno no puede vivir sin el otro. José Sarney, ex presidente brasileño y que es también escritor, dio una respuesta muy buena a la pregunta de si Chávez era igual a Fidel, entonces él dijo, ‘le falta biografía y le sobra petróleo’. Chávez está necesitadísimo de una épica que no tiene, no derrocó a ningún dictador, llegó por las elecciones, no bajó del monte ni estuvo en la guerrilla, es un militar latinoamericano muy rico (risas).
MARISTAIN: Claro, es nuestro aliado rico. Al que acudes para decirle que nos falta un club y ahí va a ponerlo a Argentina...
BARRERA: Claro, como hizo en Haití, adonde llegó y dijo, ‘acá les vamos a poner un aeropuerto’ (risas)...Y por otro lado Bush es un tipo impresentable, todos lo sabemos.
MARISTAIN: ¿Conoce personalmente a Chávez?
BARRERA: Sí, lo conocí aquí en México, una vez en Coyoacán. Yo tenía una relación con el vicepresidente en ese tiempo, y nos cruzamos una vez porque tenía una columna en la que me metía mucho con él. Me pareció un tipo simpático, pintoresco, con un sentido del humor absoluto.
MARISTAIN: ¿Los intelectuales están alineados con Chávez?
BARRERA: La sociedad venezolana es como en todo. Hay un grupo que está en contra de él y otro que está a favor, dentro de los cuales hay poetas extraordinarios como Alberto Fresco, Ana Teresa Terán, y hay una buena parte que no está con él, como Eugenio Montejo. El problema de todo esto es lo de siempre que es ‘con la revolución todo, contra la revolución nada’.
MARISTAIN:¿Venezuela está cerca de eso?
BARRERA: No, yo creo que como perfil sí hay un proyecto pro-cubano. Es decir, Hugo Chávez ha dicho que la verdadera democracia en América Latina es la cubana, que es la democracia participativa y protagónica y no esta democracia ficticia. En Venezuela hay un control cada vez mayor del Estado, de casi todos los espacios, en el sentido de que los del gobierno sienten y dicen: “nosotros somos los buenos, nosotros somos los que tenemos la verdad, nosotros somos los que estamos a favor del pueblo”. En ese sentido, no se sabe cómo puede ser vista cualquier disidencia. En este momento hay libertad de expresión en Venezuela, no hay una dictadura, tenemos un presidente elegido democráticamente, que de alguna manera creo que ha secuestrado la ciudadanía venezolana porque tiene todos los poderes. Eso sí, todo es transparente: el presidente de petróleos dice: - Esta institución es roja, rojita y la gente le arma un escándalo porque, claro, es la compañía de petróleos de Venezuela, pero los militares dicen: ‘no, así es’, porque el ejército también es rojo, rojito y la educación también es roja, rojita. El 26 de julio, que se celebró el Asalto al Cuartel Moncada en Cuba, Chávez hizo un acto en el que encadenó a todas las emisoras de radio del país y lo celebró. Dijo que era el heredero de Fidel Castro y que éramos herederos de Cuba. Uno no sabe para dónde va eso, porque por otro lado, la cultura venezolana es un gran obstáculo para él, es decir, el sesenta y pico de los venezolanos no quiere la reelección indefinida, el 90 por ciento de los venezolanos quiere que se respete la propiedad privada. Son dos proyectos, es decir, Chávez está allí no porque tenga un proyecto socialista, sino porque el venezolano entiende que es un proyecto. Entonces, no producimos riqueza, lo que hacemos es repartirla y así entendemos la política. Chávez vino a repartirnos lo que nos corresponde y lo que nos toca son un Audi, un Mercedes, un BMW, y no puede llegar a decirnos ‘No, no, no, eso no sirve’. Lo que hay que hacer es ser socialista y si tú tienes dos BMW, pues dale uno a otra persona’. Ahí está en contrapunto ese proyecto.
MARISTAIN: A pesar de eso, ¿está viviendo bien con su familia? ¿Tiene hijos?
BARRERA: Sí, tengo dos hijas que viven con mi segunda esposa...
MARISTAIN: Pero, ¿está viviendo bien, no se siente amenazado, no siente necesidad de irse?
BARRERA: Para nada. Creo que piensas eso por la intoxicación, porque se vuelve asfixiante, porque hay mucho terror, digamos. Es una sociedad muy mediatizada donde Chávez tiene, además, la habilidad de poner a todo el mundo alrededor de él, entonces, parece que si te fueras a despegar de la radio o de la televisión, te pierdes el final de la historia y ése está a punto de suceder siempre. Entonces te dicen ‘van a cerrar los colegios públicos’, ‘van a quitar la patria potestad’, etcétera. Es una especie como de alta adrenalina en la que estás montado todo el día y eso puede hacerte pensar que estás perdido. Es una sociedad que, cada vez más, se está autocensurando, eso sí porque todo el mundo tiene que entrar en relación con el estado que crees que tiene el dinero, entonces no va a haber una represión, Chávez no necesita hacer eso. Es más, la sociedad empieza a autocensurarse.
MARISTAIN: ¿Por qué las mujeres venezolanas son tan bonitas?
BARRERA: Son varias cosas. Primero, hay un proceso de mestizaje muy interesante y por ejemplo, los italianos llegaron enloquecidos a buscar negras y morenas y a ligarse y juntarse y los eslavos también. Hubo un mestizaje muy interesante en el Siglo XX. Aparte de que puede haber un fenotipo, digamos, pero hubo esta liga donde de repente uno ve mujeres como Catherine Fullop, ella es alta porque su papá es yugoslavo y su mamá era criolla. Creo que también las venezolanas tienen una cosa que es que, aunque no estén tan buenas, se mueven como si lo estuvieran (risas). La que no tiene de arriba, mueve lo de abajo y viceversa. Tienen una cantidad de recursos tremenda y de falta de pudor. Es parte de El Caribe, ¿no? Estas cosas de ‘chispazo’ que uno siente, esa erótica latente. Una vez se hizo una encuesta en Caracas, que a mí me pareció muy interesante, porque las empresas de cosméticos venían de una gran crisis y no se entendía por qué la venta de los productos de belleza no bajaron, sino que se incrementaron. Las mujeres entienden que la cosmetología les sirve incluso para mantener el trabajo. Hay una concepción de la mujer con respecto a su estado, a su belleza, tiene que sacar provecho de lo que tenga, sea lo que sea.
MARISTAIN: No puede elegir a los protagonistas de su novela, pero, ¿le han gustado unos más que otros, tiene un elenco favorito?
BARRERA: No, hay una de un elenco que me agradó, y que por cierto está en una telenovela venezolana, Gaby Espino, que es una mujer que me parece muy bella. Ahora hay una señora que se llama Ana Karina Manco que tiene una belleza atípica. Las protagonistas de telenovela tienen cosas tan diferentes, porque la televisión tiene esta cosa que hay mujeres que a lo mejor no son tan espectaculares, pero tienen un ángel que produce cosas en el espectador. También están esas protagonistas que están tan buenas que producen envidia y rabia en las mujeres ¿no? (risas).
MARISTAIN: ¿Es un tópico escribir telenovelas, tiene que seguir un modelo en el que pone al héroe, a la mala, a la buena...? Brasil ha hecho una cosa maravillosa con las telenovelas.
BARRERA: Claro, pero Brasil trabaja sólo para sus medios y desde hace muchos años acostumbraron a su mercado.
MARISTAIN: Recuerdo una, no sé si la recordará, Vale todo, era buenísima.
BARRERA: Claro, cómo no, después los mexicanos hicieron una versión, pero no les resultó. Vale todo era sensacional, inteligentísima.
MARISTAIN: Sí, qué bien hecha que estaba, con actores de cine, de teatro...¿No ve esa experiencia como aprovechable?
BARRERA: Lo que pasa es que es muy raro porque Brasil tiene una industria tan poderosa, un mercado cerrado sobre ellos, una actuación que es fabulosa, unas historias redondas, en fin, todo es extraordinario. En América Latina se decía que esas historias brasileñas, cuando las pasaban traducidas, sólo las veía la clase media.
MARISTAIN: La más o menos ilustrada, pero además porque en las telenovelas y perdón por la grosería, cogen. En los culebrones venezolanos y mexicanos no (risas)
BARRERA: Cogen una sola vez y para quedar embarazada, todo el sexo tiene sentido para la maternidad (risas). La pobre mujer está condenada a eso y no puede desear a nadie más, es una cosa como muy loca y sólo ocurre en las telenovelas.
MARISTAIN: Claro, por eso después escribe un cuento como el de Los Perros para Playboy.
BARRERA: Claro.
MARISTAIN: ¿Cómo surgió ese cuento?
BARRERA: De la imagen mía entrando a un ascensor. Tiene algo de autobiográfico porque no me gustan los perros, me parece animales sin orgullo.
MARISTAIN: Los gatos le gustan más...
BARRERA: Sí, no sé, quizá en realidad no soy de mascotas.
MARISTAIN: ¿Cómo escribe, tiene alguna disciplina?
BARRERA: Sí, hay que tener cierta disciplina. Empiezo muy temprano, tengo un estudio en mi casa de Caracas y ahí me encierro, si es posible todo el día, desde las cuatro y media o cinco de la mañana, hasta las ocho y media que es cuando me llega el momentum para la construcción literaria y no sé qué, y luego trato de juntar lo demás como si fuera un horario de trabajo. Trato de organizarme, incluso, para hacerme un tiempo para la lectura. Yo creo que estamos tan llenos de información todo el tiempo que si no empezamos a buscar nuestros horario de lectura de literatura, nos va a invadir la información porque siempre habrá cosas más interesantes en China y vamos a dejar de leer literatura.
MARISTAIN: ¿Qué es lo más interesante que ha leído últimamente?
BARRERA: He estado hablando de Sergei Dovlatov, un escritor ruso que me interesa. Lo descubrí en una revista y después fui pescando sus libros.
MARISTAIN: ¿Hay traducción?
BARRERA: Aquí sí hay. Murió en el ochenta y pico en Nueva York, pudo salir de Rusia y pasó sus últimos 10 años allá como periodista y publicó sus novelas por entregas. Ya salió en español El compromiso, La maleta y Los nuestros. Es una visión cruda, pero llena de humor sobre los enigmas de la Unión Soviética. Haruki Murakami me interesa también, aunque con Kafka en la orilla tuve el problema del gato que habla, eso me produjo corto circuito de inmediato. Creo que no puedo con este tipo de ciencia ficción.
MARISTAIN: No sé si esté angustiado pero yo si quiero que lo esté un poco, ¿tiene expectativa de otra novela tan cerradita, tan armadita, tan redondita como La enfermedad?
BARRERA: Trato de no pensar en ello porque siento que tengo que tener un estado de ánimo que no me paralice, ahí es que va a salir la novela. Tengo unas cosas a las que voy y vuelvo para escribir, tengo el tema, tengo la historia, sé que está dando vueltas, pero no sé si será tan cerradita, pero sí quiero que quede lo mejor posible.
MARISTAIN: Ahora, usted que escribe poesía, ¿no le tortura la idea de tener que estructurar más que escribir?
BARRERA: Claro. Voy mucho hacia adentro para saber bien qué siento, cómo ponerlo, y esto no voy a escribirlo así hasta que no lo tenga claro...
MARISTAIN: La escritura automática, como la de los surrealistas, no es lo suyo...
BARRERA: No, sí sé que en la escritura hay cosas que se deben tener de renglón y que te ayudan mucho, pero también necesito una especie de seguridad en ese proceso donde digo ‘ah, por aquí está’. Como si la estuviera escribiendo mentalmente, como si siguiera un proceso oral previo a la escritura que se va a enriquecer posteriormente, pero que te ayuda a tener ese sistema más o menos ordenado.
MARISTAIN: Algo que me gustó mucho de la novela es como hay tanto frases definitivas como definitorias. Pequeñas máximas que te hacen volver a leerlas y con las que se puede sacar como una especie de glosario. Me gustó mucho como una técnica recurrente en el transcurso de la narración que te recuerda una obra literaria. ¿Lo planeó así?
BARRERA: No, creo que fue pasándome porque fue saliendo y fui encontrando yo mismo esas frases que me fueron gustando y, que después en la revisión, sentí que si esa frase apareciera o aconteciera, traería un momento...
MARISTAIN: Claro, como cosas que se pueden extraer...
BARRERA: ....y que de alguna manera te llevaban a parar para detenerte un momento a pensar sobre eso.
MARISTAIN: Sí, yo creo que eso es lo que hace tan buena a la novela porque transcurre como si alguien externo te la estuviera contando y de pronto aparecen estas frases que hacen la lectura muy viva.
BARRERA: A mí me encanta la idea de decir eso que acabas de decir tú, que estamos en esta narración, pero esto puede tener un momento en que es otra cosa, algo que llamamos literatura o no sé qué...
MARISTAIN: Claro y también que sea posible, yo no estoy tan segura, que ‘el mar no tenga memoria’, por ejemplo...(risas)
BARRERA: Es verdad (risas), suena bien pero vamos...
MARISTAIN: ¿El próximo tema es tan claro como La enfermedad, se le presentó así?
BARRERA: Estoy en algo que tiene que ver con la televisión en la que llevo 20 años.
MARISTAIN: Lo escribirá para seguir cosechándose enemigos...
BARRERA: (risas) Puede ser, exacto. Ya quiero investigar la industria...
MARISTAIN: ¿Va a revelar cosas?
BARRERA: No sé, no creo...Bueno, experiencias y muchas cosas que tienen que ver con eso, quisiera mezclar varias cosas...
MARISTAIN: Conoce a los bichos que transitan ese zoológico. Sabe cómo caminan, cómo hablan...
BARRERA: Sí, quizá yo también sea uno de esos bichos...
MARISTAIN: ¿La literatura lo ha hecho más feliz o más infeliz?
BARRERA: Más feliz, la verdad. La literatura me hace feliz de verdad, creo que además no podría pensar en este mundo sin esa posibilidad de la literatura, es la forma para organizar eso: la felicidad, la curiosidad, la desesperación, el dolor...la vida.
MARISTAIN: ¿Quién es su primer lector? La esposa, el padre...
BARRERA: Cristina, mi esposa.
MARISTAIN: ¿Es crítica?
BARRERA: Yo creo que sí, aunque siempre desconfío, siempre le pido que lo lea sin piedad, sin pudor, destrúyelo, le digo. (risas).
MARISTAIN: ¿Corrige mucho?
BARRERA: Sí, creo profundamente en la corrección, creo que ése es el método...
MARISTAIN: Pero, ¿la corrección a veces no es un salto al vacío? Borges decía esa cosa de que no se puede parar de corregir, es como una adicción...
BARRERA: Claro, por eso creo que los editores tienen que ser crueles. Un editor tiene que quitarle el libro a uno de las manos en algún momento, darnos un golpe en la cabeza y decir ‘ya’. Es un vicio espantoso, porque la mente cree que puedes mejorarlo pero también puedes arruinarlo. Hay momentos en que se tiene que parar el libro y, posiblemente, el escritor no es el mejor para saberlo. Por eso son buenos los editores y los concursos; ayudan a muchos escritores a decir ‘cierra el libro’.
MARISTAIN: ¿Se siente bien con la cantidad de letras que ha escrito, se siente suficientemente prolífico?
BARRERA: Creo que me gustaría escribir más, aunque con el tiempo he descubierto que eso de vivir de la escritura, no sé si es tan bueno, porque escribo tanto en televisión, o tanto periodismo, que a veces digo, ‘oye, quizás si yo trabajara en una heladería o en un banco y llegara en la noche sólo a escribir literatura estaría mejor”. También me lo reclamo un poco.
MARISTAIN: Yo creo que también deberían publicarle un libro de cuentos. De cuentos no hay nada...
BARRERA: Sí, es más, ahí está la paradoja latinoamericana porque somos un continente de cuentistas. Los grandes escritores fueron cuentistas, Cortázar, Borges, Arreola... Estamos fundados en el cuento y resulta que los editores dicen que el cuento no vende.

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