martes, 23 de marzo de 2010

SE VIENE EL MUNDIAL: IKER CASILLAS


Tenía apenas 21 ños cuando daba alimento a las mejores notas de color que enviaban los reporteros desde el Mundial Corea-Japón 2002. Y las cosas con él no terminaron cuando acabó el torneo. Qué va. Días y hasta meses después había personas que sufrían la 2fiebre Iker", como esas muchachas japonesas que rompieron el cochinillo y se pagaron un viaje a Madrid, sólo para demostrarle su admiración. Durante un tiempo, las niñas de ojos rasgados se aparecían donde él se aparecía. Casillas las miraba entre divertido y extrañado, con esa pena ajena que proporciona el no poder corresponder el amor desmedido.
Nació el 20 de mayo de 1981 en Madrid y tenía apenas seis cuando su padre lo llevó a probarse al Real, donde fue fichado por Antonio Mezquita. Todas las categorías del club lo vieron desplegar sus reflejos de gado y su temple descarado, esa seguridad que suele transmitir desde que es titular irrefutable en el equipo galáctico.
Con 1,85 metros de altura y 82 kilos de peso, un aire entre delicado y distante, cuesta mucho imaginarlo dubitativo y frágil. Sólo cuando pierde los estribos o le enfrenta unos pies débiles a la magnificencia de la pelota, uno cae en la cuenta de que uno de los mejores porteros del mundo es en realidad un niño que tuvo poca infancia, un joven que está obligado a demostrar una avezada hombría en toda circunstancia pública.
A los 16 lo sacaron del colegio para que hiciera su primer viaje (a Noruega) integrando las filas del Real Madrid. Poco tiempo más tarde, una lesión de César Sánchez le dio la titularidad blanca. Luego, una lesión de Cañizares le dio la titularidad española cuando José Antonio Camacho era el entrenador.
Quienes conocen a su madre María del Carmen, a su padre José Luis y a su pequeño hermano Unai, cuentan que de esa sangre nutrida por los aires del pueblo avilense de Navalacruz le viene la parsimonia con que ha recibido la condición de héroe que la afición le ha colgado desde que lo hiciera suyo.
Probablemente, las lágrimas derramadas por el guardameta cuando España ganó su novena Copa de Europa, gracias indudablemente a sus eficaces intervenciones, origina la pasión por Iker que une a gran parte de la afición castiza.
Ágil y veloz, imbatible en el uno contra uno, cortés y generoso con aquellos que buscan su autógrafo o su fotografía, Iker admira a Gianluigi Buffon, come patatas con huevos fritos y juega a las cartas con sus compañeros de equipo.

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