domingo, 27 de febrero de 2011

JAMES FRANCO EN LOS OSCAR


Los principios básicos de la gran fábrica de sueños son, como se sabe, férreos e inamovibles. Hollywood es mucho más conservadora de que se piensa y la religión de la también llamada Meca del cine requiere siempre de fieles servidores a su causa. Uno de esos códigos que hacen que perviva a través de la historia esa enorme vitrina de famosos es que periódicamente aparezca una figura que, en apariencia, sólo en apariencia, resulte extravagante, distinto, salido de la cadena de celebridades como si de una mata salvaje en un jardín bien cuidado se tratara.
Algunos, desafortunamente, han pagado con la vida el precio de ser diferentes y la gran licuadora de celuloide se los ha tragado a edad prematura. Recordemos a James Dean, la gran estrella de los 50, quien murió en un accidente automovilístico cuando apenas tenía 24 años, dejando una impronta de actor rebelde y poco adaptado al sistema que se ha vuelto una referencia insoslayable en todas las épocas.
Más acá en el tiempo, el también rubio, también él con un rostro angelical, River Phoenix, sembró de oscuridad los 90 cuando murió a causa de una sobredosis en la puerta de una discoteca cuyo dueño era otro rebelde, el actor Johnny Depp.
A los 28 años, hace apenas dos, fallecía también a causa del abuso de psicofármacos el australiano Heath Ledger, el único actor en recibir un Oscar póstumo por su papel del Guasón en Batman.
Los “malos” suelen ponerse de moda y atraer la atención de los medios y de los fans con la fuerza de un imán. Cuando la rueda de la fortuna gira a su favor, hay malos que no caen en la trampa del show business y que se convierten en buenos para poder vivir un transcurrir apacible por una profesión que, a menudo, se convierte en una cruenta lucha de gigantes.
Tal fue el caso del irlandés Jonathan Rhys Meyers, quien a los 33 años ha dejado de ser noticia por algún escándalo ligado al consumo de alcohol, sustancia a la que es muy devoto. Precisamente, fue su costumbre de irse de copas la que hizo suspender el rodaje de la tercera temporada de Los Tudor, serie que el actor protagoniza y ahora, en su cuarta entrada a una clínica de rehabilitación, el recordado asesino de Match point, una de las obras maestras de Woody Allen, ha declarado su firme intención de alejarse del chupe. “Ahora beber no está dentro de mis objetivos de vida. Quiero hacer algo útil con mi vida y beber no es un sinónimo de eso”, dijo.
Manso y tranquilo como anda el otro irlandés famoso en Hollywood, Colin Farrel, quien desde que es padre ha dejado de frecuentar los antros y bebederos de Los Ángeles, teniendo en cuenta que el otro gran malo (malísimo) de Hollywood, Charlie Sheen, ya no es un chico, apareció en el firmamento la sensual figura de James Franco para demostrar que no todos son figuritas de Disney en el gran mundo del entretenimiento (aunque a juzgar por la reciente entrada de Demi Lovato en una clínica contra las adicciones, ya no se puede confiar ni en las estrellas adolescentes).

Ese notable parecido a James Dean

Claro que el actor de 32 años, nacido en California el 19 de abril de 1978, no es tan malo como parece y con ese notable parecido a James Dean, personaje que encarnó en una serie televisiva que obtuvo excelentes críticas y le supuso el Globo de Oro en 2001, sólo se ha dedicado a coquetear con la línea oscura de la marginalidad. Una vez apareció dando una entrevista a la cadena MTV con rastros de estar intoxicado con alguna sustancia extraña. Sus balbuceos recorrieron la red y el video fue muy visto en youTube. Otra, también en MTV, mientras oficiaba de presentador con su colega Seth Rogers, subió al estrado portando un cigarro que parecía contener marihuana. Una fotografía tomada al azar lo mostró luego durmiendo en plena clase en Yale, donde cursa un doctorado en Artes. Y hasta allí.
Quizás porque no son muchos los escándalos que ha protagonizado y tal vez porque ha demostrado ser un gran actor, como lo comprueba el hecho de su postulación a un Oscar como protagonista de 127 horas, la nueva película de Danny Boyle (Slumdog millionaire), es que este chico “bonito pero raro”, según la definición de un periodista estadounidense, ha sido el elegido para conducir la próxima gala de los Oscar, el 27 de febrero.
Dueño de una belleza salvaje que no parece cultivar con cremas ni afeites especiales, James Franco tiene además una imagen absolutamente normal y fresca que seduce tanto a quienes por empatía generacional podrían identificarse con él, como a las muchachas que alimentan los foros de fanáticas buscando siempre redimir al que se ve tentado de transitar por carriles no convencionales.
La ruta que recorre Franco, precisamente no es la habitual. Por lo pronto, el actor de Piña express, Comer, rezar y amar y Milk, entre otras, es un intelectual dedicado a coleccionar títulos universitarios (graduado en literatura, cine y artes por Yale y otras tres universidades), es un lector voraz de Shakespeare y Milton, entre otros grandes de la tradición literaria inglesa, escribe cuentos (recientemente ha publicado un libro llamado Palo alto que no ha sido muy bien recibido por la crítica especializada) y hace poco animó en el MOMA una performance de la famosa artista serbia Marina Abramovic, que se llamó “The artist is present” (El artista esta presente): una persona del público (en este caso, el conocido actor), se sienta en silencio frente a Abramovic el tiempo que quiera o pueda. La escena queda documentada mediante una foto en la que se inscribe la cantidad de tiempo que el participante duró. James aguantó 60 minutos.
A no dudarlo, entonces: las imágenes de James Franco que suelen captar los paparazzi son aquellas en las que la estrella de Hollywood aparece cargando una buena cantidad de libros. Y eso sí que es raro en la Meca del cine.

¿Quién es este chico?

James Franco siempre viste de forma casual, como en un grunge eterno algo pasado de moda: jeans despintados, playeras y tenis grises, que completa con unos rizos ensortijados y nada prolijos que pueblan su armonioso rostro. No es muy alto y tampoco es atlético. Quizás esa imagen desvalida de chico que se salteó varias veces la merienda en la infancia sea la culpable de la atracción que despierta en muchachas y muchachos (fue portada de una célebre revista para homosexuales y su éxito fue tal que lo titularon como “el heterosexual más gay del mundo”). Seguramente también ese look fue el que lo llevó a reinar en el mundo de la moda. En un traje negro mojado o en calzones y con el pecho descubierto frente al espejo del baño: James ha poblado las páginas de papel couché con una muy vista y elogiada campaña para Gucci.
Bebedor compulsivo de café de Starbucks (americano del día, bien cargado), Franco posee la rara inteligencia (y grata, cuando se tiene) de los que saben reírse de sí mismos. Así lo demostró en el papel especial que realizó en la serie de Alec Baldwin y Tina Fey, 30 rock. Allí, el actor hizo de James Franco y contrató a la rubia y alocada Jenna Maroney para que hiciera de su novia falsa y calmara la sed de los paparazzi.
Recientemente, la prestigiosa revista The New Yorker le dedicó un extenso reportaje en el que lo volvían a mencionar como todo un ícono para la nueva generación de actores estadounidenses.
No le gusta ese rol ni aquellos que cuestionan su formación universitaria y sus múltiples intereses.
“Sólo soy alguien curioso que le gusta explorar en varios terrenos”, suele decir, encogiéndose de hombros y mostrando todos los dientes en una sonrisa capaz de derretir al más desprevenido.

La fiesta del Oscar

El muchacho que estará acompañado de la actriz Anne Hathaway en la ceremonia de entrega de los Oscar, ya ha dejado saber que no sólo de célebres amputaciones viven los grandes actores estadounidenses (su filme 127 horas es la historia de un alpinista que sobrevive de milagro y luego de tomar drásticas decisiones en la montaña donde ha quedado atrapado. Muchos espectadores impresionables salieron casi desmayados de la sala de proyección). Es probable que en el momento de esplendor que vive el encantador James Franco, le permita bailar y cantar en la esperada gala. Así como lo leen: a los miembros de la academia del cine de Estados Unidos les parecieron pocos los 5 millones de espectadores que en el mundo vieron la ceremonia de los Oscar en 2010 y espera que la audacia y el desparpajo de un actor fresco como Franco, aumenten esa cifra 2011.
“Habrá mucho canto y tap. Este fin de semana estuvimos rodando algunas secciones que son pre-grabadas. Anne y yo bailamos, hicimos varias coreografías y grabamos varias pistas de voz. Tengo un gran coach, saca lo mejor de mí y hasta me alienta a hacer un musical en Broadway”, dijo el actor.
Será la primera vez que el presentador también aspire a una de las estatuillas grandes (la de mejor actor) y los realizadores de la gala ya se restriegan satisfactoriamente las manos por el morbo que ha despertado dicha circunstancia entre los aficionados.
Todos los focos estarán puestos en James Franco la noche del 27 de febrero. En el famoso Kodak Theatre de Los Angeles habrá lugar incluso para la abuela del actor, quien está convencido de que “será ella la que se robe toda la atención”.

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